miércoles, 1 de febrero de 2017

MUERTE

    Hablar de la muerte sin conocer su potente poder es tirar palabras al viento que huyen sin sentido a ninguna parte. 

Son palabras sin el sentimiento necesario para dar la motivación para tal consecuencia de su poder. Sin la potencia necesaria para curar el alma.


    Para mi desgracia la muerte tocó a la puerta y en cuanto entró enganchó su hoz en el alma más pura e inocente que jamás había conocido, y con sus ponzoñosas uñas nos rasgó el alma a todos para después irse huyendo así sin más.


    Quise maldecir, gritar, morir del dolor pero tenía que ser fuerte por él y por mi. Mis lágrimas aferradas a mis mejillas se evaporan en el aire y se vuelven recuerdos que matan. El dolor me desarma me acaba en lo más profundo me desgarra el alma, pero aunque parece el fin de los tiempos tenemos que aceptar tanto la muerte como la efímera vida.

    Cuando el dolor sosiega el alma es cuando de alguna manera aceptamos la partida, comprendemos al final que a veces lo mejor es decir adiós. No importa que el corazón muera dentro en una de sus partes, no importa el vacío que provoque ya que el mundo sigue vivo y nunca se detendrá.




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